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Críticas de Teatro

El Descenso del Monte Morgan

                                         "Culpa, Amor y Traición”

“Les di felicidad…a las tres… ahora me culpan por haberlas traicionado. Aquí el único que sufrió por esto fui yo”

Con este speech en la mitad de la obra,  Lyman Felt (Oscar Martínez), un exitoso vendedor de seguros se desahoga disparando su verdad sobre el tema y conflicto que él ha provocado y que concentra  el núcleo de la notable “El Descenso del Monte Morgan”.

Con un relato fragmentado en lo dramatúrgico, en lo espacial y en la arquitectura emocional de los personajes durante todo el trayecto de la obra,  “El Descenso…” sustenta así los tres ejes estructurales que eligió Daniel Veronese (Dirección) en esta pieza admirable del genial Arthur Miller.

Lyman recibe la información por parte de una enfermera (Gabriela Ferrero), de que esta internado en un hospital.  Allí llego luego de tener un accidente de auto producto de la nieve reinante en la gélida y oscura noche.

En contra de su deseo, allí acuden luego de haber sido notificadas su esposa, su hija y su “nuevo amor”, desatándose un conflicto que hace “nueve años que se ha incubado”. Nuevo matrimonio que trajo consigo a Benjamín, el cual estará presente en la dramaturgia, no así en el escenario.

 “Nunca diría que eres un exitoso hombre de seguros”, le dice Leah (Eleonora Wesler), cuando advierte la riqueza interior y de palabra de este exitoso hombre en sus negocios, hecho este que se propicio en Europa. Lyman vive así en el viejo continente un nuevo amor. Al tiempo que en la pujante Nueva York se ha ido marchitando su viejo amor con Theo.

Arthur Miller (1915-2005) plasmo en esta obra los dos macro-escenarios en cuanto a lo político en que se dividió el mundo: El Capitalismo por un lado y “la muerte del Socialismo y del Cristianismo” por otro,  tal como dice Theo (su primera esposa).

Podría inferirse que la obra habla de la mentira -de una doble vida-, de cómo un hombre exitoso se enreda en un espiral descendente y oscuro  en donde cae su vida (Trama), pero es en la sub-trama  (y sus derivados), en donde el talento de Miller pone los binoculares. 

Theo (Carola Reyna) será quien le espeta a Lyman los beneficios de la monogamia: “Fortalece la familia y debilita el poder del estado sobre los individuos”, le contesta a Lyman quien le contesta que ella es una mujer muy clásica.

Arthur Miller dio vida a esta obra en 1991 cuando la actual súper-potencia se hizo dueña absoluta del mundo,  poniendo de relieve como las personas airean su economía al tiempo que se asfixian interiormente ante el nuevo escenario mundial dominado por el "tener" como norte principal (y hasta único) de la vida .

En ese tobogán vive Lyman con un constante subi y baja emocional terminando irremediablemente enraizando el conflicto en su vida.

 Veronese explotó a la perfección las grandes dimensiones la sala del Teatro Metropolitan, tanto como los mínimos recursos técnicos, aunque nunca subordinó la obra a ello. Allí radica un gran acierto del fenomenal director, quien apostó a las fuertes transiciones de los personajes para que estos se hagan dueños del conflicto durante todo el trazo, y así la obra cobró no solo en verosimilitud sino en potencialidad. Ello sumado a un austero vestuario que le brinda credibilidad histórica y emocional dado el diferendo que los ha convocado y en el lugar (además) donde se desarrolla el pugilato verbal.

Otro logro admirable del director de "La Noche canta sus Canciones (entre otras),  es  haberle puesto “bocados” con palabras a la argentina que le quitan dramatismo a la pieza conduciéndola a un lugar más cómico. Así logra una cuota de empatía con el público (risas de por medio) posibilitando un mayor diálogo.

No obstante  Veronese le otorga la gimnasia del teatro off logrando así su más rico cometido: hace trabajar al público constantemente con la fragmentación, con el quiebre periódico de las emociones y con la búsqueda persistente a la que están sometidos los personajes admirablemente dibujados.

 En “La Culpa” está el dilema moral de mayor peso en la obra, tanto así que “es” la palabra que los personajes más eyectan de sus bocas cuando tratan de resolver el conflicto, y de allí se desprende que fue lo que lo motivó: El Amor, la caducidad del mismo y la consecuente traición.

Eleonora Wesler otorga un correcto trabajo y sin fisuras durante todo el trayecto. Malena Figó (la hija) brinda un personaje desparejo, con luces, grises y sombras. Ernesto Claudio (El abogado) le brinda color a su personaje gris. Gabriela Ferrero (la enfermera), brinda solidez durante toda la obra. En tanto que Carola Reyna (Theo) brilla en su rol de mujer despechada, conmovida y orgullosa de sus valores.

Oscar Martínez edifica un personaje riquísimo, verosímil, cambiante, solido, articulando una paleta de colores constante en donde se reflejan y refractan todas las emociones de cada personaje que le vomitan sus verdades.  Transita con admirable plasticidad cada transición yendo desde la comicidad a lo solemne y desde un sereno lago a una profunda cascada, apareciendo en su rostro el impacto que le da vivenciar ese vacío que su vida padece.

“No renunciare a nada, quiero todo”, le dice Lyman a su correcto y clásico abogado, quien es el puente entre los problemas de conductas morales y su solución a través de cuestiones prácticas. Este también soporta el embate dialéctico de Lyman quien le dice: “No he vivido la vida de otro, he vivido Mi Vida”, y allí termina de construirse justamente el dilema de su actual estado. El es un hombre que termina no renunciando a su ideal  y deberá enfrentar las consecuencias por el Edén perdido.

  Hugo Manu Correa

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