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Críticas de Teatro

Dragón de Komodo

Des-encuentros Molestos.

"La juventud es un defecto que se cura con los años",  Enrique Poncela.

Hugo Manu Correa-. Cuerpos corriendo de aquí para allá buscando algo sin saber qué, pero buscándolo. Primero de los signos que nos arroja en la cara "Dragón de Komodo". Obra donde un grupo de jóvenes se tironean entre sí,  se juntan pero no se unen, más bien se ajan, se lastiman, se fiscalizan y giran en remolino buscando lo que los atraviesa y constituye como jóvenes.  Aunque es el porqué el que los lleva al "to be or not to be"...y en eso andan.

Esta fábula abre un sinfín de puertas sobre la matrix interior que los constituye. En el actual mundo donde lo individual cierra cualquier posibilidad de que el otro tenga que ver con uno mismo, paradójicamente aquí se es consciente de que ese otro es parte de uno. Pero lo que potencia el conflicto es que ese otro es ninguneado constantemente,  como que esa parte “de mi” no me gustará, dando lugar entonces al surgir del amor-odio.

Un sexteto de 3 x 3 (hombres y mujeres) dialogan, se gritan, se provocan, se victimizan, eyectan de su boca lo que se le viene a la mente. Sus diatribas son escupidas como dagas (dolores). Ese es la punta del iceberg que dimensionalmente traza una radiografía sobre sus padecimientos. Ese propio dolor es el que los acerca al querer-pretender estar bien. No lo consiguen en sus intentos, entonces los devaneos con sus luces y sombras cobra cada vez mas espesura
.

El marco poético que contiene a estos seis fuertes personajes esta esplendida cubierto por objetos que atiborran la puesta, pero increíblemente dado las edificantes actuaciones, la ecléctica y poética escenografía, mas la brillante dirección logran, no solo hacer fluir la sinergia de todos los elementos en escena, sino que logran condensar una obra de vivificante pigmentación, potentísima, entretenida y con riesgos varios.

“Molestos como mosca de tambo”, dice un viejo refrán campero. Así están ellos rodeados de esas literales inmensas moscas que metafóricamente los definen. Allí están ellos en ese escenario de “mierda”, que los contiene-detiene.

Cristian Morales (Dirección) le dio una coreografía (junto a Ana Garat y Pilar Beamonte) admirable: espacialmente jugada, provocativa, divertida y funcional al eje temático que abordan. La “filosofía” que sustenta esta búsqueda logra ser justificada por tema y conflicto.
Meneos enajenados, excéntricos y constantes de los actores, agresiones varias, sensualidad y agresividad por igual, contorneo y plasticidad siempre exigente. A ello se le suma un vestuario esplendido (Verónica de la Canal – Miuki Madelaire) y digno de modernidad.  Al mismo tiempo le da un barniz que provee la  puesta de una contemporaneidad "neutral", digna de cualquier coyuntura de tiempo, cultura y marco social.

Las gigantes propias moscas, un espejo, juegos de luces, una planta gigante, un moscardón inmenso, son algunos de los objetos que viven en la poética espacial y que rodean a estos jóvenes, los cuales viven con un amor en menor dosis de la que necesitan. Y la orfandad de ese néctar no ha hecho más que aparecer.

Sexo, personajes populares del ámbito porteño, vulgaridades justificadas, poesía, sueños, ilusiones, etc., componen el rosario conceptual de los temas que abordan, los cuales tiene como uno de los signos la destrucción de la cuarta pared. Este es otro signo que robustece la propuesta de "Dragón de Komodo", ya que este relato ha sido impuesto por  la media-network (monologo-stand up - big brother)  que en la última década se ha popularizado, y la juventud lo ha tomado como modo de exorcizar sus remolinos interiores.

El otro rasgo distintivo y refrescante es la música. La misma habita toda esta comedia de enredos de principio a fin. Aquí el trabajo de Ana Garat y Pilar Beamonte reluce. Elevan la pieza con una sincronización milimétrica, dándole marco a la retórica encendida en todo su recorrido. Usan para ello un mosaico de temas de los más variados, algunos de los cuales tienen fuerte resonancia en el reconocimiento indisimulable que tiene ese código con el público.

“Dragón de Komodo” sin llegar a ser una obra tridimensional (pareciera no buscar eso), tiene en su bidimensionalidad algo sumamente potente y admirable.  He allí su relevancia pues logra ser concreta y explicita en su profanidad sin más pretensión que contar los demonios y dioses que habitan en estos jóvenes.


Las actuaciones son verosímiles en todos los casos. Merecen subrayarse los trabajos de Juan Pablo Panebianco en un rol soberbio, Salome Vega quien enhebra el relato de la obra con su sensualidad y su magnética  presencia actoral, y Chachi Telesco la cual con su imantada presencia y prodigiosa voz le otorga la cuota más sensible y colorida a esta propuesta singular, que asume riesgos y que tiene aun mucho más brillo por descubrir.

Pdta.: "Cometí el peor pecado de mi vida, no ser feliz", Jorge Luis Borges

Estos jóvenes allí están, con anemia de amor, con el dolor a cuestas. Tormento que no actúa como faro-guía. Se ha vuelto algo residual y tóxico, sin permitirles ser felices.

Dirección y autoría: Cristian Morales
Coreografía: Pilar Beamonte, Ana Garat
Intérpretes: Salomé Vega, Santiago Caamaño, Nieves González, Juan Pablo Panebianco, Leonardo Serio, Chachi Telesco.
Artistas invitados: Miuki Madelaire
Vestuario: Verónica De la Canal, Miuki Madelaire
Escenografía: Cristian Morales
Maquillaje: Maximiliano Jitric, Emanuel Miño
Post producción audiovisual: Juanmi Icario
Artista plástico: Ariel Villarreal
Fotografía: Niki Noto
Producción ejecutiva: Ricardo Saieh
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate

NOAVESTRUZ, Humboldt 1857, 4777-6956, $ 30,00, Miércoles - 21:00 hs