Críticas de Teatro

El viejo criado

El viejo criado es una obra escrita por Roberto Cossa en el año 1980. Como sostiene Osvaldo Pellettieri en Historia del Teatro Argentino en Buenos Aires. El Teatro Actual (1976-1985), corresponde a la segunda fase del Realismo Reflexivo de Intertexto Moderno, en donde el principio constructivo sigue siendo el encuentro personal. Sin embargo, tanto en esta obra como en otras obras del periodo, se observa un cuestionamiento al autoritarismo de la época, protagonizado exclusivamente por la Dictadura Militar que regía desde el año 76.


En esta oportunidad, la Dirección y la Puesta en escena están a cargo de Hugo Alvarez quien decide acentuar los caracteres teatralistas ya presentes en el texto. La obra cuenta con rasgos del absurdo que dominan los actos de los personajes.
La acción tiene lugar en un bar que pareciera desértico a no ser por la presencia fuerte y arraigada de una pareja de amigos que juegan un truco infinito. El lugar en esta pieza es muy importante porque, como sostiene nuevamente Pellettieri, se “especializan los recuerdos”. Balmaceda y Alsina están anclados en un espacio-tiempo particular que pareciera encerrarlos como en una especie de burbuja en relación a la realidad exterior. Una realidad que, contrariamente a este bar, es protagonista de algunos de los hechos más movilizadores del siglo XX, como el advenimiento del peronismo, los cambios que produjo, los enfrentamientos posteriores, etc. Esta realidad externa al bar, y tan importante para nuestra historia nacional, solo se enuncia en los parlamentos de los personajes, que testifican una y otra vez la distancia entre esa realidad y este lugar. 
En este bar también aparecen Carlitos e Ivonne, dos personajes cuya teatralidad se intensifica desde la puesta por el humo que acompaña su aparición-desaparición, por las luces que contribuyen a recrear una imagen de sueño, como signo de irrealidad y por la interpretación actoral, dado que los personajes están estereotipados. 
Carlitos ha vuelto de París y busca encontrar todo lo que aquí había dejado. Como insinúa este personaje, el bar, elemento protagonista en las reuniones de la clase media, donde se discutía, se fumaba, se jugaba a los naipes, se socializaba en términos generales, ya ha dejado de ser el que era y es muy difícil que se pueda recuperar porque quienes lo concurrían y los climas que allí se producían ya no pueden volver. Ya no están los mismos de ayer. Son varias sus entradas al bar, y sus reencuentros con Balmaceda y Alsina suceden en un lapso de 40 años. Y aunque la realidad cambia (dado que ya no están quienes estaban en el bar), lo que sucede en la calle va variando, la sociedad ha sido modificada rotundamente (ya no se encuentra un viejo criado que al regresar al hogar abra la puerta), lo que vemos, desde principio a fin en este bar es constante, sin alteraciones, como suspendido en el tiempo. 
Estos personajes portan en sí sueños autónomos que están desvinculados totalmente con la realidad social. Y es que, en definitiva, en los regresos se observa la nostalgia, el pasado idealizado. En esta obra, un pasado idealizado de un personaje de clase media en plena caída. En los regresos uno busca, mayoritariamente, reencontrarse con lo que fue en otro tiempo. Reencontrarse, desde otro lugar, con su propia identidad. Y si Identidad se trata, como ha mostrado nuestra historia, este periodo no lo permite. Y el principal oponente es la sociedad. El viejo criado nos expone de manera profunda la distancia entre la imagen-recuerdo y la realidad de la escena.
La pieza retoma, pero esta vez en forma de parodia, algunos elementos que habían aparecido en textualidades anteriores, como la letra del tango. Y la puesta en escena sigue esta línea, musicalizando con tangos algunas escenas.
Los actores interpretan sus personajes de forma muy justa, esto les permite recrear las escenas que ocurren por fuera del espacio-tiempo del bar sin forzamientos. Luis Margani, en el rol de Balmaceda, acerca al espectador toda su imposibilidad de salir al mundo exterior, imposibilidad que se trasluce en algún momento como duda, otras veces como una frustración solapada y también como el infinito deseo de quedarse más allá de sus parlamentos de despedida. Alsina, encarnado por Alejandro Polledo, está bien caracterizado en su personaje de poeta, de intelectual. Sin embargo, lo que permite vislumbrar los rasgos característicos de estos dos personajes que más allá de su oposición generan una dupla compacta, es el contraste acentuado, no solo por las interpretaciones sino también por los phisic du rol de los actores que contribuyen a esta oposición.
Carlitos e Ivonne (interpretados por Claudio Salama y Flavia Vitale, respectivamente) constituyen otra dupla, una dupla que viene a protagonizar los momentos más absurdos de la puesta y que se contrapone, a su vez, a la primera dupla. Estos actores han jugado con procedimientos más teatralistas, hablando y actuando a público, bailando (en el caso de Ivonne). Salama nos acerca las notas arrabaleras del tango y los compadritos con su porte y sus gestos. Vitale, siendo la única mujer en escena y por sus rasgos particulares como su sonrisa amplia que denota la expresión feliz y despreocupada de Ivonne, aporta el toque femenino y optimista a la pieza (infaltable para que todo este ambiente de bar, tangos, melancolía e imposibilidades, no se advierta solo gris). 
Paula Molina ha sido la encargada de la escenografía y el vestuario. La primera es netamente realista (los rasgos más absurdistas están acentuados, además de por la actuación, por la iluminación). El vestuario conserva este concepto de la puesta, de hacer convivir el realismo con los tintes teatralistas. Y se aprecia una buena elección en los peinados de cada personaje. Tanto la escenografía como el vestuario son totalmente funcionales, apoyando la tesis de lectura del director.
Los rubros que juegan un papel central son la iluminación, a cargo de Damián Giangrasso, cuyo protagonismo se aprecia en los recuerdos (la recreación de Balmaceda y Alsina de la época de boxeador del primero, las pequeñas escenas que arman los personajes para dar cuenta del destino del trío famoso que frecuentaba el bar, etc.), y el maquillaje, trabajo que llevó a cabo Paola Costantino quien se encargó de lograr una caracterización marcada y exagerada de Carlitos e Ivonne.
El timón conceptual en El viejo criado, es llevado adelante por Hugo Alvarez. Su propuesta estética continúa con la que ya había planteado Cossa. Sin embargo, queda plasmado un riguroso trabajo de puesta. Las escenas están bien logradas, demuestra un manejo espacial para la ubicación de las mismas que, dentro de este mismo bar, permite recrear subespacios posibles, ya sean inventados por los personajes (como el encuentro entre Ivonne y Gardel relatado por la primera), aquellos acontecidos en el pasados (el racconto que hace Carlitos de los años anteriores con el trío famoso), los concretamente sugeridos por la acción, (como alguna piecita detrás del bar donde se produce el encuentro íntimo de Ivonne, primero con Alsina y luego con Balmaceda) o los imaginados por el espectador pero con una cuota de mayor libertad (como la primera aparición de Carlitos e Ivonne ante el público en ese primer piso del teatro La Mueca).
La puesta se vuelve dinámica, los personajes funcionan a veces como otros personajes (Balmaceda y Alsina interpretan el destino del trío) y eso hace que la obra se sostenga activamente durante sus 85 minutos. El acierto de Alvarez fue cierto matiz lúdico que se permitió en determinados momentos como sucede en el último ejemplo citado, o cuando Ivonne relata su encuentro con Gardel en una silla arriba de una de las mesas, o las coreografías netamente bailadas de Ivonne y aquellas otras no tan danzariles que incluyen a todos los personajes, como ciertas caminatas alrededor de las mesas, por citar algunos ejemplos. 
Desde la recepción, si bien se puede pensar que esta obra ya no hace eco de los hechos sociales contemporáneos, y quizá por eso, no habla de nuestra actualidad, todos estamos comprometidos con la época histórica que nos presenta El viejo criado. Y esa época, tan importante para todos los argentinos, pero también como todas las otras épocas, obliga a volver sobre ella para repensarla y reflexionar. Esto nos permitirá evitar la situación de estos personajes, nos hará salir de la amnesia social.

By Sabrina Gilardenghi

Apto a partir de 12 años
Ficha técnico artística
Autoría: Roberto Tito Cossa
Actúan: Luis Margani, Alejandro Polledo, Claudio Salama, Flavia Evangelina Vitale
Vestuario: Paula Molina
Diseño de maquillaje: Paola Costantino
Diseño de escenografía: Paula Molina
Diseño de luces: Miguel Solowej
Musicalización: Mariano Vitale
Operación de luces: Damian Giangrasso
Operación de sonido: Julieta Jones
Fotografía: Lis Rivas Nanizzi
Diseño gráfico: Lis Rivas Nanizzi
Asistencia de dirección: Julieta Jones, Flavia Vitale
Prensa: Daniel Franco, Paula Simkin
Producción general: Claudio Salama
Coreografía: Julieta Jones
Puesta en escena: Hugo Alvarez
Dirección general: Hugo Alvarez
Duración: 85 minutos
TEATRO LA MUECA
Av. Córdoba 5300 
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4777-0825
Entrada: $ 60,00 / $ 40,00 - Domingo - 19:00 hs 
Entrada: $ 60,00 - Sábado - 21:00 hs