Man on Wire
- Escrito por Juan Pablo Shapira
- Publicado en Cine / Críticas
- tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente
- Imprimir
- Medios
¿El evento? Está allí, para que todos se enteren. Ocurrió, por supuesto. Lo pueden “googlear” y ahora también tienen Wikipedia. Déjenme decir que encuentro fascinante que James Marsh se haya tomada el tiempo de reunir a los protagonistas del evento, entrevistándolos con el objetivo de conseguir la mayor cantidad de detalle posible. También, luego de terminar con este material crudo, admiro su inteligencia en la sala de montaje, que hace de un evento tan fácil de contar algo aún mayor.
No me malinterpreten; no estoy sugiriendo que fue fácil poner un alambre entre las Torres Gemelas del World Trade Center y caminar a través del mismo como si nada durante 45 minutos, no. Estoy meramente sugiriendo que es fácil relatar lo que pasó: quiero decir, pueden leerlo en la oración anterior.
Con el trabajo de edición del director, esta breve oración se vuelve una película. El proceso sale a la luz; los personajes recuerdan sus sentimientos y su admiración hacia Philippe Petir; una historia de amor se cuela; una historia de amistad aparece; una rivalidad se deja ver. El material fotográfico y de video parece infinito y la mayor parte de la película es, naturalmente, montaje medido con cuidado, porque el material original filmado por Marsh (el que se hizo desde cero) involucra una suerte de recreación ficticia de la noche y el día en el que todo ocurrió. ¿El resto? Videos y fotos, filmados y sacadas por el verdadero Petir y su equipo.
Debería quejarme por el uso de la música, de a ratos demasiado repetitiva, a veces muy obvia. La manera en la que estas personas cuentan la historia es tan natural y pura que parecen historiadores contratados (“cuentacuentos”) casi leyendo un guión memorizado y actuado. Supongo que esto podría ser posible y, aunque asumo que no, no hay necesidad de acompañar el relato con la música y/o el sonido “apropiado”. Al menos no todo el tiempo. Algunos momentos (unos pocos, con Petir hablando sin parar) en los que la pantalla está –en este aspecto- invadida por un completo silencio, están entre las mejores partes del film.
Y no estoy tan decepcionado por el uso musical porque puedo ver que hay verdadera emoción en el centro de la película, y con o sin música eso resalta. Lo que sí se podría haber evitado es el ilógico uso de fotografías y material de video para justificar o ilustrar momentos específicos del relato. Encontramos imágenes repetidas debido a esto y uno cree que el realizador podría no tener total confianza en el efecto de las palabras puras, dichas desde el corazón.
Es que existe la posibilidad de que Marsh se haya perdido el verdadero corazón de su documental, ahí en el medio de toda la increíble experiencia humana que nos presenta. Ahí tienen a Philippe Petit, un artista. Una persona que fue llevado con psiquiatras que insistentemente reclamaban una explicación para las cosas que había hecho. Un pequeño loquito con un alma tan inocente y pura; alguien que cree en la belleza de un brevísimo instante. Es increíble mirarlo, tan convencido de que puede hacer del mundo un lugar mejor arriesgando su propia vida.
Todo esto no lo sé. Sólo lo asumo. Parte de algunos documentales que están fascinados con una persona tiene que ver con transmitir dicha fascinación al espectador. Lo dije: no estoy seguro de cuan fascinado está realmente el director con Petir. No importa porque la presencia del artista es tan fuerte que se vuelve inevitable tratar de ver dentro suyo, a través de su arte. A veces esta es la única forma posible, especialmente con los artistas. No eligen hacer lo que hacen, simplemente saben que tienen que hacerlo; y verlos haciéndolo, y escucharlos hablando sobre ellos mismos haciéndolo es todo lo que cualquiera debería necesitar.
No necesito leer la biografía de Philippe Petit más de lo que alguna vez necesité leer la de Damien Rice, o la de Fito Páez, o la de Sofia Coppola o Woody Allen (por poner algunos ejemplos cinematográficos). Está todo allí: en las canciones, en las películas, en su arte. Philippe Petit, un hombre que ve una foto de dos Torres gigantes en construcción y sabe que las están haciendo para él, es la prueba viviente –una de muchas, sin duda- de este hecho que (creo) muchas personas dan por sentado. Pretendemos que sabemos sobre ello, asumimos que lo entendemos, y sin embargo seguimos mirando y escuchando y seguimos mirando y escuchando y seguimos preguntando: “¿Por qué? ¿Por qué”. No hablemos más. No hay un “por qué”.
Crítica de Juan Pablo Schapira (www.lossospechososdesiempre.blogspot.com)
Título : Man on Wire Ficha técnica Dirección James Marsh Música Josh Ralph (, Michael Nyman Fotografía Igor Martinovic Montaje Jinx Godfrey Reparto Philippe Petit Año 2008 País(es) Reino Unido Género Documental Duración 90 minutos Compañías: Distribución Magnolia Pictures (USA), Icon (UK), Madman (Australia), Diaphana (Francia)
Producción Simon Chinn
Datos y cifras