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Críticas de Teatro

Mirando pasar los trenes : El éxito y su ceguera afectación

 Una inhóspita  estación de trenes de un pueblo en guerra, dos mujeres que (una madre ciega y una hija adolescente) esperan;  un hombre desconfiado que cede la palabra y trenes que pasan y pasan.

“Mirando pasar los trenes”,  obra del escritor y dramaturgo  Daniel Dimeco, en la cual estampa la cruel realidad  de un pueblo sumergido en una lucha armada, todos contra todos. Imprime la metáfora en un personaje para hacer énfasis en el egoísmo y la ambición desmedida de la humanidad, donde lo más importante es el fin, no los medios.

Esta Obra fue parte del concurso organizado por la Asociación de Investigación y Experimentación Teatral  del cual  fue finalista y obtuvo el XI premio de teatro Josep  Rubrenyo en la ciudad de Barcelona en 1998 y en 1999 en la ciudad de Buenos Aires  “Mirando pasar los trenes” ganó el primer premio en el 6t0 concurso de Autores Nacionales organizado por el espacio cultural Teatro El Buho.

Esta obra cuenta con la adaptación y dirección de María Esther Fernández, quien contextualiza la obra con la proyección de imágenes de trenes locales, un banco de estación, un bar derruido y sonidos de una balacera intermitente. Utiliza la  espera, como recurso teatral, desde ahí parte el desarrollo de la obra.  Dos mujeres llegan a una estación de trenes, permanecen ahí y esperan por el hombre  más importante del pueblo.

 En esa apagada estación conocen al dueño de un triste bar, Rodrigo Jiménez (Miguel Ángel Villar). Ofelia Takeda (Cristina Dramisino) fotógrafa ciega, reconocida a nivel internacional por la exposición de polémicas imágenes,  es madre de Anna (Julieta Fernández);  y representa la metáfora física, de los que sólo ven lo que quieren ver. La actriz construye a esta mujer exitosa exaltando su ambición sin escrúpulos tan sólo para mantenerse en el podio del éxito. Manipula y utiliza a su hija con su ceguera, a Rodrigo lo seduce con dinero.

 El conflicto de la obra avanza a través de los personajes en la manifestación y el cuestionamiento de sus deseos, pero se detiene cuando se sumergen en una reiteración de los mismos, que le restan algunos gramos al peso de la idea central de la obra. Igualmente la obra toca el vértice emocional con su dramático final.

Los actores se esmeran en llevar en alto a cada personaje, por momentos sobresalen con  intenciones forzadas. Cada personaje ocupa y desarrolla su propio hemisferio;  Rodrigo y  Ofelia Takeda, son dos puntos equidistantes, Ofelia es la imagen de la acción desmesurada del éxito, y Rodrigo es símbolo de lo sencillo, de la emoción y conmoción que se conmueve por un pájaro herido.

 Anna, una adolescente que lleva consigo la ansiedad e incertidumbre de la vida, sin saber a dónde ir, si subir al  tren soberbio del éxito y la riqueza material o al tren sin fama, pero fiel a su origen. Algunas veces Anna duerme en la tranquilidad de Rodrigo y otras veces sonríe y reivindica el éxito de la madre, pero un día finalmente decide a que tren subir.  

Lo destacable y esencial de “Mirando pasar los trenes” es como logran expresar  mediante la metáfora física el costado oscuro del éxito y del poder, y la invalidez de sentir y de brindar afecto humano.
 

Mirando pasar los trenes
Dramaturgia: Daniel Dimeco
Dirección: María Esther Fernández
Intérpretes: Cristina Dramisino, Miguel Ángel Villar y Julieta Fernández
Efectos de sonido: Damián Turke – Ariel Giordanego
Escenografía: Natalia Méndez Huergo
Luces: Pablo Curto
Prensa: Silvina Pizarro.

TEATRO EL BUHO -TACUARÍ 215 -RESERVAS 43420885- SÁBADOS 21HS.