Un largo duelo para nuestras series
- Escrito por New York Times
- Publicado en Noticias de TV
- tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente
- Imprimir
Este mayo terminan dos de las series más vistas de la televisión: The Big Bang Theory (La teoría del Big Bang) concluye su duodécima temporada en Estados Unidos este 16 de mayo y Juego de tronos termina este domingo 19 de mayo. Una es una comedia muy en línea con los programas típicos y tradicionales estadounidenses desde hace tiempo; la otra es una épica de fantasía, llamativa y repleta de momentos violentos. Una se ha vuelto —quizá injustamente— un emblema de las cosas culturales que ya no están de moda; para la otra hay fiestas de proyección de la serie y pódcasts que se obsesionan con analizarla.
Aun así, las dos están recibiendo la misma gran campaña para el desenlace, la que reciben tantos programas estos días, como Veep de HBO (que terminó el pasado 12 de mayo): se anuncia antes de que siquiera se estrene la temporada que esa será la última y entonces surgen las reconstrucciones de historia oral de algún momento del programa desde antes de que termine y las apariciones de los actores en programas nocturnos para hablar de cómo “es difícil, pero ya es tiempo”.
EXPLORA NYTIMES.COM/ES
Un viaje fantástico, lluvioso y algo solitario por Chile
El elenco comparte en redes las imágenes de la última vez que se sentaron juntos a leer el guion o una revista publica un ensayo fotográfico con todos los involucrados.
Es decir, el público ha tenido meses y meses para prepararse. Eso no significa que los finales de la serie vayan a ser satisfactorios o buenos o bien recordados, sino que a los fanáticos de estas series ya nos han ido acostumbrando al hecho de que la serie está por terminar.
[Lee toda nuestra cobertura de Juego de tronos]
Siempre ha pasado que los programas más vistos reciben este trayecto hacia su final, pero en los últimos años, y particularmente para la temporada de transmisión 2018-2019, las cadenas de televisión y hasta las plataformas de emisión han organizado sus despedidas para series pequeñas. Netflix lo hizo con Unbreakable Kimmy Schmidt. La última temporada de Broad City, la estrafalaria serie de Comedy Central sobre dos mejores amigas en Nueva York, incluso estuvo estructurada como un trayecto terapéutico al retratar la maduración de los personajes.
Hay que tener transiciones: cualquier persona que sacó de golpe a un niño de un parque infantil o intentó mover a un grupo que estaba tomando cocteles a sentarse para una recepción sabe que la gente necesita ser avisada. Necesitamos la estructura y que nos guíen. Necesitamos que nos den cinco malditos minutos más para poder calmarnos. Necesitamos sentir que cerramos un ciclo.
Y hemos tenido cada vez más las oportunidades para ello. El final de Lost estuvo programado durante años y ahora parece ser el nuevo estándar que la serie tenga todo ese tiempo para concluir con tal de que los fanáticos estén al tanto de que terminará. La vigilia por la última temporada de Supernatural empezó antes de que siquiera se estrenara.
Quiero que quede claro que no me estoy quejando. Me encanta tener esa advertencia inicial y un ritual de duelo. Nunca ha sido tan fácil conectar con otros fanáticos de una serie, hasta cuando la cantidad de televidentes sigue cayendo y cayendo, es de celebrar que podemos secar nuestras lágrimas con esos ensayos fotográficos e historias orales. Poder decir adiós es preferible a que te arranquen algo de improvisto, sin importar que el resultado, el final de un programa, sea el mismo.
Pero esta rampa que nos encamina hacia la conclusión también ha expuesto la crueldad de las cancelaciones inmediatas de otros programas. Nunca han sido cómodas, pero ahora si algo es cancelado en vez de tener la ceremoniosa última temporada se siente como un mensaje que solo dice “.” en vez de que el mensaje esté entre “¡¡¡!!!”. Una cancelación en esta época, sin recibir un final real, es algo hostil a pesar de que hace no mucho era completamente normal.
Los fanáticos de One Day at a Time apreciaban esa serie de Netflix porque era graciosa y entrañable, además de que daba representación a voces usualmente marginadas de maneras significativas y humanizadas. Y habríamos aceptado que tuviera un final, porque la verdad es que todas las series terminarán algún día (excepto las noticias locales y algo como La rueda de la fortuna). Lo que no fue fácil aceptar fue la manera tan abrupta en que se dio ese final, con una cancelación. Por Dios, que nos den una última temporada de seis episodios y nos traten como humanos.
No digo que sería la decisión monetaria más sabia, pero yo no soy una empresa: soy una persona blanda, cuyo corazón late y quiero que me den un especial de una hora para despedirme de una serie como Detroiters en vez de que la hayan cancelado sin más en diciembre pasado. Santa Clarita Diet podría haber tenido la oportunidad de despedirse con desquicio. La nueva adaptación de Murphy Brown nunca tuvo la oportunidad de encontrarse con las protagonistas similares de The Good Fight.
Los finales ahora tienen otro significado extraño, el de tener tiempo para que puedan “aterrizar bien”, incluso ahora que las nuevas versiones y adaptaciones significan que realmente nada termina. Entonces los finales son un espectáculo, una reliquia, una belleza impensable: no es mucho pedir que nos den tiempo de preparar el santuario para la mayor cantidad posible de programas.