Lo notable de esta obra dirigida por Diego Brienza es el peso logrado tanto en las palabras como en lo referente al manejo corporal de los actores. Cada uno de los personajes conserva su propio estado y sus cuerpos se conectan en nuevas texturas emocionales que poco a poco y entre todos irán reconstruyendo.
 
La dirección junto a la coreografía (Bárbara Hang) logra insuflarle credibilidad a una puesta en escena que los ubica a cada uno en su propio espacio sin vinculación entre unos y otros. La impecable iluminación (Mariano Arrigoni) genera un popurri de estados emocionales edificando así atmósferas que se articulan notablemente con la trama, marcando el sendero del subibaja de las emociones que sobre-vuelan el escenario.
 
La madre en una silla en penumbra solo saldrá de allí, y de su trance, cuando el presente la llame. Su hijo ubicado en el otro extremo del escenario le contara su dolor y las 4 hijas en el centro de la puesta. Centro que justamente actúa como un signo indisimulable del amor, el cual que deberá salir al rescate de una Familia que esta atrapada por una suerte marea que los ha hecho naufragar en sus mas simples sueños.
 
En el centro las cuatro hijas con un impecable vestuario (Cecilia Zuvialde) potencian sus universos mágicos, que a su vez se refuerzan, con una representación de una colorida Leningrado que sirve de sustento para recordar a un padre que un día dijo adiós.
 
La utilización del idioma Ruso por parte del padre (Eduardo Peralta), es un elemento que encaja a la perfección en la obra, pues ese lenguaje nos habla de esta familia compleja, distinta y mágica al mismo tiempo. Encontramos aquí este punto esencial, sugerido de la obra, ya que madre, hijo, hijas y padre componen universos sin más vinculación que la propia distancia que tienen entre sí.
 
La dramaturgia (Guillermo Arengo) no se baña en un río caudaloso para arrastrarnos a una mar sin sentido. Tangencialmente lo político esta abordado con pocas pinceladas, pero ubicadas con humor y al mismo tiempo con sobriedad para respetar la propia mini-tragedia que se advierte en esta Familia. Las palabras son precisas, concretas, y bien dirigidas en contar qué pasa y qué les pasa.
 
Lo formidable es que esta bien delimitado el contexto histórico y espacial donde discurre esta historia, pero nunca el relato esta subrayado, respetando tanto la propia historia y no subestimando al espectador. Lo que aquí importa es que la obra habla de emociones y son ellas las que conducen la trama y ello esta magistralmente narrado, conducido y actuado.
 
“Una Familia dentro de la Nieve” es una bella comedia coral, musical y poética, con actuaciones impecables  que cuentan, sugieren y dan vida a personajes queribles y potentes, apoyándose en una precisa y sutil dramaturgia y en una gran dirección.