Carta de Raymond Carver a Gordon Lish
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Ahora no estoy tan convencido de cómo trabajaremos algunas de las diferencias que eventualmente tendremos sobre algunos relatos que he escrito y que estoy escribiendo en este preciso momento. Pero te entregaré el libro [Catedral] como está programado, en noviembre… De todos modos, eres el mejor editor que hay, y tú mismo un escritor –apuesto a que sí–, y tienes que juzgarlos como los veas. Hasta ahí. Pero tal vez pueda no estar de acuerdo contigo, y es lo que me preocupa ahora mismo…
Discúlpame, pero escucha bien. Estoy diciendo que a pesar de de todo y la mierda, estoy escribiendo relatos breves desde que aterricé en este agujero rústico. Tengo cinco nuevos, no seis, considerando uno cuyo segundo borrador acabo de escribir esta noche, un poco más temprano, y que espero terminar o al menos tener unos borradores más antes de que termine esta semana. Estoy escribiendo como si mi vida dependiera de ello y como si no hubiera mañana. Y ambos sabemos que lo primero podría ser verdad, y que siempre hay posibilidades de lo segundo. (Y, carajo, no puedo dejar tampoco el cigarro.) Pero una cosa es es cierta, los relatos en esta nueva colección serán más llenos que los de los libros anteriores. Y esto, dios mío, es lo deseable. No soy el mismo escritor que solía ser. Pero sé que habrá relatos, en estos 14 o 15 que te entregaré, que dejarás a un lado, que no van a llenar las nociones de lo que los relatos de Carver deberían ser –las tuyas, las mías, las de los lectores y las de los críticos–. Pero no soy ellos, no soy nosotros; soy yo. Inevitablemente, algunos de estos relatos podrían no encajar, con suavidad o pulcramente, con el resto. Pero, Gordon, lo juro, y podría decirlo en voz alta, no puedo someterme a la clase de amputación y transplante quirúrgico y para hacerlos encajar de alguna forma a la caja para que la tapa pueda cerrarse. Podría haber pliegues y cabellos saliéndose. Mi corazón no lo soportaría de otra manera. Sencillamente estallará, y hablo en serio. Queridísimo amigo, hermano, sabes lo que estoy diciendo, y sé que lo entiendes. Aunque pienses que me equivoco…
Te quiero de corazón, debes saberlo. Pero no puedo escribir estos relatos y al mismo tiempo sentirme reprimido. Si voy a sentirme reprimido, no los escribiría. Y siento que si a ti, el lector al que quiero complacer más que a ninguno, no le gustan, vas a reescribirlos de principio a fin. ¿Por qué, si pienso que la pluma resbalará de mis dedos, y tal vez no pueda recogerla?
Sabes que no estoy diciendo, ni siquiera pensando, que estos nuevos relatos están más allá de la crítica, o que no necesitan editarse. No es verdad. No es cierto en ningún caso. Tú eres más próximo a mí y a mi trabajo, y no podrías serlo más siendo mi hermano de sangre. Eres el lado izquierdo de mí… o el derecho. Escoge el que quieras. Pero supongo que lo que estoy tratando de decir es que tendremos que trabajar muy de cerca en este libro (de todos, el más importante para mí), en cada etapa, y ser muy cuidadosos y entendernos mutuamente. Gordon, el último libro pasó como un sueño para mí. No puede ocurrir lo mismo con éste, y ambos lo sabemos.